Los germanos habían emigrado hacia el imperio desde el siglo III d.C, debido a la necesidad de
obtener nuevas tierras ante un constante aumento de población. Este ingreso fue pacifico, pero
luego, a fines del siglo IV y sobre todo en el siglo V d.C, muchos pueblos germanos se abalanzaron
sobre los territorios romanos, presionados por los hunos.
La situación se hizo aún más grave para
el Imperio Romano de Occidente cuando los hunos, bajo el mando de Atila, invadieron el Imperio.
Durante estas invasiones, las ciudades fueron saqueadas y las rutas comerciales bloqueadas, por
lo que la mayoría de sus habitantes huyeron al campo, dando inicio a un proceso típico de la
Edad Media denominado ruralización.
Luego de la derrota de Atila, en 451 d.C, lo cual fue el último logro militar del Imperio Romano
occidental, los hunos salieron de Europa occidental, de vuelta a las estepas asiáticas, pero los
germanos ya estaban instalados en las distintas provincias del imperio. Cuando un jefe tribal
germano derrocó al último emperador romano, en 476 d.C, se puso fin a una situación de hecho:
los germanos estaban firmemente instalados en Occidente.
El Imperio Romano occidental ya no
existía.
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