Colgarle o ponerle a alguien un sambenito es una expresión habitual que se usa cuando alguien es desacreditado o difamado sin razón objetiva, sin causa, por envidia, ante otras personas. Se utiliza para destacar la vergüenza o deshonor que conlleva la comisión de ciertos actos, se hayan llevado a cabo o no.
Esta expresión tiene sus orígenes en la Inquisición y en sus tribunales de fe y en la creencia de que muchas de las acusaciones se hacían aun a sabiendas de que eran falsas.
El sambenito era un escapulario de lana amarilla con la cruz de San Andrés y otros símbolos, que fue, en origen, un escapulario benedictino llamado sambenito.
También recibió el mismo nombre el letrero que, en la iglesia, daba a conocer los nombres de los penitenciados.
Según Sebastián de Covarrubias, el nombre proviene de una abreviación de "saco bendito" (saco benedicto).
Hacia 1480 fue creado en Sevilla el primer tribunal inquisitorial de España por mandato de los Reyes Católicos y con bula (o permiso) concedida por el papa Sixto IV.
El cargo de Inquisidor General fue otorgado a fray Tomás de Torquemada (confesor de la reina), que será responsable de organizar estos tribunales.
Su cometido fue perseguir y juzgar los delitos contra la fe (herejías).
Entre estos delitos estaba la blasfemia, brujería, quiromancia (leer las manos), falsos conversos, etc.
Los castigos eran muy dispares: penitencia, prisión, remar en las galeras del rey, flagelación, destierro, confiscación de bienes (este dinero es el que utilizaban para financiar sus matanzas) y, por último, el llamado relajación y entrega al brazo secular (pena de muerte que se podía ejecutar con el garrote vil, en la horca o en la hoguera).
Fuera cual fuera el castigo, los acusados debían llevar el sambenito en el auto de fe (acto público donde se ejecutaba la sentencia inquisitorial).
Este sambenito (parece ser que es una deformación de “saco bendito”) era una especie de túnica donde, por medio de unos signos o dibujos, se podía apreciar cuál era la condena del reo.
Muchas de estas condenas eran injustas y sólo se necesitaban tres acusaciones para que alguien fuera investigado.
Por tanto, acusar a alguien que no lo merece es “colgarle el sambenito”.
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