En el blog de Felipe Zayas me he topado con esta entrada cargada de ironía, pero que nos hace caer en la cuenta de las potencialidades del libro frente a la era digital.
Recuerdo esos innumerables días en el Pablo Neruda donde la vida era acaudalada. Aun añoro a mis ex camaradas combatientes que dieron todo por consentir el curso, esa nueva etapa llamada Diversificación. Donde se palpaba un aire de caos, injurias, impetuosidad pero a su vez de lealtad, compañerismo, devoción. Yo era un pequeño granito de arena que junto con otros conjuntaba un imponente reloj, cuyas manijas, llamadas: Manolo y Amelia hacían que las horas, minutos y segundos pasaran galopando. Nuestra rutina consistía en cultivar los frutos del conocimiento, entendimiento y razonamiento… SE LOS EXTRAÑA PROFE!
Recuerdo esos innumerables días en el Pablo Neruda donde la vida era acaudalada.
ResponderEliminarAun añoro a mis ex camaradas combatientes que dieron todo por consentir el curso, esa nueva etapa llamada Diversificación. Donde se palpaba un aire de caos, injurias, impetuosidad pero a su vez de lealtad, compañerismo, devoción.
Yo era un pequeño granito de arena que junto con otros conjuntaba un imponente reloj, cuyas manijas, llamadas: Manolo y Amelia hacían que las horas, minutos y segundos pasaran galopando.
Nuestra rutina consistía en cultivar los frutos del conocimiento, entendimiento y razonamiento…
SE LOS EXTRAÑA PROFE!